
Under Construction. The Body in Spanish Novels
Con Under Construction, Elizabeth Scarlett desarrolla un buen análisis de algunos de los procesos presentes en la representación psíquico-social del “cuerpo” en la literatura española de los últimos 100 años. Enfocada sobre todo en un estudio del cuerpo de la mujer, Scarlett sin embargo no aísla o descoloca la “construcción” de éste de su equivalente masculino. Al contrario, partiendo de una línea teórica basada sobre todo en el psicoanálisis posfreudiano, Scarlett hace suyas las palabras de Félix Guattari y Gilles Deleuze con las que concluye su estudio: “Writing should produce a becoming-woman as atoms of womanhood capable of crossing and impregnating an entire social field, and of contaminating men, of sweeping them up in that becoming” (“Conclusión,” 186). Partiendo de una concepción del cuerpo como texto, Scarlett usa la crítica feminista, el psicoanálisis y la narratología para ofrecernos un medido recorrido literario de la España comprendida entre 1889 y 1989.
La ordenación del material presentado se realiza de acuerdo a criterios cronológicos, estrategia quizá no demasiado apta para tal tipo de estudio. Este sería en mi opinión uno de los reparos que podrían oponerse al libro. Si bien una presentación cronológica resulta útil en el sentido de que ofrece una panorámica histórica, no lo es tanto al transmitir una sensación de “logro” y “progreso” respecto a los procesos históricos relativos a la representación del cuerpo femenino que no quedan (ni pueden ser) críticamente justificados. De ese modo, y oponiéndose de hecho a lo que realmente se ofrece, se transmite subliminalmente una cierta ordenación jerárquica que prima a los textos más contemporáneos sobre los primerizos. Así por ejemplo, Insolación, el texto de Emilia Pardo Bazán escogido-como también ocurre en parte con los textos de Rodoreda y Chacel—parece percibirse de alguna forma como “inferior” (en lo que se refiere a la representación del cuerpo de la mujer) a los de Adelaida García Morales o Soledad Puértolas, algo que no parece responder ni a la presentación y posición de Scarlett ni a la cantidad de trabajo, atención y escritura dedicado a aquéllas, claramente mayor que el adjudicado a estas últimas.
Agrupando los textos escogidos en cinco capítulos, Scarlett recorre en su estudio el ya citado de Emilia Pardo Bazán (Insolación) en el capítulo 1; Rosa Chacel (Estación ida y vuelta y Memorias de Leticia Valle, sobre todo) en el Capítulo 2; Mercè Rodoreda (La plaça del diamant, El carrer de les camèlies y Mirall trencat) en el capítulo 3; Camilo José Cela (Pascual Duarte), Luis Martín Santos (Tiempo de silencio) y Carmen Martín Gaite (Entre visillos) para el capítulo 4, titulado “Body Politics in Novels of Franco’s Spain”; y Adelaida García Morales (El silencio de las sirenas), Julio Llamazares (Luna de lobos), Soledad Puértolas (Queda la noche) y Antonio Muñoz Molina (Beltenebros), en el capítulo quinto y último presentado bajo el nombre de “Nomads and Schizos: Postmodern Trends.” [End Page 281]
El reparo cronológico no obvia el buen hacer del estudio de Scarlett, quien a menudo se lanza en escritura apasionada a una articulación cultural del concepto de cuerpo que afortunadamente se niega a aceptar las divisiones tradicionales: cuerpo versus mente, femenino versus masculino, y, sobre todo, dolor versus placer. Rechazando un polo respecto a otro, la escritura de Scarlett queda a lo largo de su estudio en tensión, intelectual y sagazmente abierta y atenta a los diversos y conflictivos discursos, geopolíticas más bien, existentes. El texto de Elizabeth Scarlett, él mismo cuerpo vivencial que “sufre” y “muestra” sin miedo tales conflictos, empieza con una advertencia en forma de epígrafe a la que, debido tanto al destacado lugar introductorio que ocupa como por ser exponente de la tensión principal, a mi juicio, del texto de Scarlett, creo necesario tomar seriamente en cuenta. El epígrafe recoge la siguiente cita de Randall Jarrell: “Pain comes from the darkness. And we call it wisdom. It is pain” (“Introducción,” 1).
La contundencia de la advertencia de Jarrell, articulada desde la experiencia cultural anglo, expone el intrincado nudo, la tensión conflictiva en la que el propio texto de Scarlett se arma como articulación teórica. El aviso de Jarrell procede de una concepción y articulación del “dolor” como una elaboración existente fuera del cuerpo. El dolor para Jarrel sería, es, una abominación ajena al cuerpo que debemos refutar por tanto con energía una y otra vez. No da conocimiento (“wisdom”), sólo produce lo que es: dolor. Fuerza negativa extraña, maligna, proveniente de lo oscuro, atenta, parece decirnos Jarrell, contra la iluminación vital, positiva, que el cuerpo en sí y por sí irradia con derecho.
Pero como bien sabe y expone Scarlett, el “cuerpo” (y el dolor, por tanto, ya que el dolor sólo puede ser asumido, padecido, generado y expresado por el cuerpo) no es una individualidad flotante, autónoma, política y culturalmente desconectada. El cuerpo es, en sus palabras, “a site of discovery” (192), un lugar “under construction” tal como clama desde su título y desarrolla con su brillante exposición. Como tal espacio, el cuerpo, siempre en construcción y por lo tanto siempre en situación política, es a la vez generador y asumidor de placer y de dolor, de ideologías, de conceptos y discursos de raza, clase y poder y, en resumen, de lenguaje y de escritura. Scarlett aborda estos temas desde diferentes momentos históricos: desde una discusión sobre la intersección ideológico-cultural-religiosa representada corporalmente a través de una articulación especial del concepto de “sangre” en la idea de “raza,” (Cap. 1, pp. 15 y siguientes)—y que asimila e integra con inteligencia algunos de los puntos expuestos por Luce Irigaray sobre el linaje y la sangre—, hasta las relaciones entre cuerpo y poder expresadas sobre todo en el capítulo 3 enfocado en la novela de la época franquista, dónde lúcidamente establece la autora las conexiones existentes entre el brutal aparato estatal franquista y un sufriente cuerpo público social, y donde Scarlett expone “the overwhelming presence of forces of social subjection acting upon all bodies, male and female. There are still differences that remind the reader of the gender of the person writing, but they exist within the confines of a novel that exhibits [End Page 282] the scars of a lacerated public body and the fetters of an authoritarian state” (140).
Esta aserción resume la seriedad de Scarlett en los estudios peninsulares de género. Conforme avanza su escritura, más y más se afirma su autora en una posición de acuerdo con las palabras de Deleuze y Guattari señaladas arriba, abriendo su cuerpo textual al espacio público. En los capítulos dedicados a Chacel y Rodoreda, por ejemplo, la problemática del exilio (en principio no diferenciable en términos genéricos) se intersecciona políticamente con la de la maternidad (Cap. 3, pp. 104 y siguientes) y ésta con la de la seducción y la memoria histórica (Cap. 2, pp. 77 y siguientes). En el capítulo primero, el mejor, a mi entender, del libro, Scarlett explora las relaciones entre cuerpo y escritura, haciendo suyo el gesto aunado de Emilia Pardo Bazán y su protagonista Asís: “Asís [en Insolación] decides to use her body’s capacity for sexual expression, as well as [Pardo Bazán] . . . decides to use it for the act of writing” (186). En una última vuelta de tuerca, la particular territorialización corporal propuesta por Scarlett—la política anatómica presente en su discurso—se abre para proponer en el capítulo quinto y último una re-planteación de algunos de sus presupuestos desde lo que Scarlett llama la “crítica posmoderna.” Esta es quizá la parte menos conseguida del libro, a pesar de la brillante proposición, al notarse cierta precipitación teórica. El capítulo final, aunque ofrece estimulantes lecturas, no consigue cohesionarse con el cuerpo crítico anterior ni establecer un diálogo entre los textos básicos y los teóricos—a mi entender insuficientes y de lectura demasiado rápida. Tampoco a mi juicio es del todo acertada la selección de textos del período posfranquista ya que no incluye obras explícita y concientemente envueltas en un discurso radical de la corporalización (o descorporalización): pienso por ejemplo en Las edades de Lulú de Almudena Grandes, desde la narrativa erótica; en Una mala noche la tiene cualquiera de Eduardo Mendicutti o en Plumas de España de Anna Rossetti, desde la escritura andrógina; y sobre todo y ante todo, desde la narrativa radical del cuerpo infectado, la impresionante Las virtudes del pájaro solitario, de Juan Goytisolo, inexplicablemente dejada fuera.
Pero Elizabeth Scarlett consigue con brillantez su objetivo. Perfectamente consciente de los “one hundred years of physical discourse” (186) englobados en su análisis, Scarlett, refiriéndose a Pardo Bazán, especifica: “The circumstances of writing will change, changing the situation of the body in the twentieth century, but the body-as-text and the body-as-process, both distinct divergences in Pardo Bazán’s writing from the male-oriented norm, will spread out and eventually cross over into writing by men. The movement toward preserving a textually alive body, or body as vivencia, cannot fail to interest both sexes as a means of transferring the vital flux of desire from mind to page” (186).
El cuerpo “como vivencia” es lo que interesa sobre todo a Scarlett. Una vivencia particular que asume también el dolor, a diferencia de la comentada posición de Jarrell. Esta sería quizá la gran extrañeza en el proceso de [End Page 283] construcción histórica (y por tanto cultural y política) del cuerpo hispano, y su diferencia radical con las culturas anglos dominates. Si el cuerpo en éstas últimas se construye a menudo en “privacy,” concepto para el que no hay traducción española del todo ajustada tal como nos recuerda Scarlett (5), el cuerpo hispano parece construirse en general en público, abierto al placer y al dolor. No sólo no le es el dolor extraño, sino que éste es intrinseco en el proceso de su construcción. Así, cualquier análisis que tome este cuerpo como su objeto de estudio no puede olvidar, como no lo hace Scarlett, el extraordinario y diferencial discurso histórico hispano, proceso que como ninguno, y para bien y para mal, incorpora la historia, escribe la historia con su propio cuerpo. Desde los arrebatos místicos de Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, Miguel de Molinos y tantas otras y otros hasta el desbaratado cuerpo infectado de SIDA que nos dejan autores como Eduardo Haro Ibars o Alberto Cardín, desde la auto-mutilación histórica con la que la construcción del cuerpo nacional “España” se desgaja de sus culturas no cristianas y no castellanas, desde las quemas de la Inquisición, la auto-inmolación en la Guerra de la Independencia (aquel nefasto pero imborrable “vivan las caenas”) hasta el final desgarro de las guerras carlistas y nacionalistas, y sobre todo de la última Guerra Civil, la anatomía histórica del cuerpo español trasciende no sólo géneros y binomios, sino que tiene que necesariamente asumirlos.
Scarlett, desde luego, lo hace, e impregna así su análisis de tensión. Una tensión estimulantemente intelectual que suspende al texto precisamente entre el inicial epígrafe de Jarrell con la que la autora abre su estudio y la cita de Deleuze y Guattari con la que lo concluye. Y ahí está precisamente la belleza del análisis de Scarlett: asumir la tensión presente en el proceso de construcción del cuerpo-mujer hispano, no descartar o separar, por miedo o ceguera, el placer del dolor, lo divino de lo terreno, o en definitiva, el cuerpo de la mente.